El gasto en sueldos del sector público ecuatoriano ha experimentado un notable incremento en los últimos 18 años, pasando de 3.161 millones de dólares en 2006 a un estimado de 12.283 millones para el año 2024. Este crecimiento refleja no solo la expansión del aparato estatal, sino también los ajustes salariales y la incorporación de nuevos funcionarios durante las administraciones de los presidentes Rafael Correa, Lenín Moreno, Guillermo Lasso y Daniel Noboa.
Durante la administración de Rafael Correa, que se extendió desde 2007 hasta 2017, se observó un aumento notable en el número de trabajadores gubernamentales y en los fondos destinados a sus salarios. En ese lapso, el gasto se incrementó de algo más de 3 mil millones a cerca de 7.500 millones de dólares, lo cual reflejó un incremento continuo impulsado por la intención del Ejecutivo de fortalecer el sector estatal y extender la cobertura de servicios sociales. La contratación de miles de nuevos empleados en áreas como educación, salud y gestión pública fue una constante, así como la mejora en los sueldos, de acuerdo con la política de alza salarial aplicada en esos años.
Entre 2017 y 2021, bajo la gestión de Lenín Moreno, los desembolsos salariales se mantuvieron altos, pero crecieron de manera más controlada en comparación con el periodo anterior. Se promovieron reformas para optimizar el sector público y limitar el gasto, aunque la necesidad de sostener programas sociales y servicios esenciales provocó que los pagos de nóminas siguieran aumentando, superando los 9.000 millones de dólares en 2021. En este período, también se afrontaron retos económicos que necesitaron ajustes en el presupuesto, pero sin afectar significativamente los gastos en personal.
Con la llegada de Guillermo Lasso a la presidencia en 2021, el gasto en sueldos del sector público continuó su rumbo ascendente, influido por elementos como la reactivación económica tras la pandemia, el retorno de trabajadores suspendidos durante la emergencia sanitaria y la adecuación de salarios para contrarrestar la inflación. Para 2024, se estima que el gasto en sueldos sobrepasará los 12 mil millones de dólares, consolidando un incremento constante a través de los años recientes. Este aumento también responde a la presión por fortalecer sectores esenciales, como salud y educación, en un contexto de exigencias sociales y retos estructurales.
El presente gobierno, bajo la dirección de Daniel Noboa, se enfrenta al desafío de gestionar un sector público con una nómina cada vez más costosa, en un contexto de limitaciones fiscales y la necesidad de fomentar la eficiencia en el gasto del Estado. La gestión se propone introducir reformas que posibiliten optimizar el gasto en personal, elevar la productividad y asegurar un manejo responsable de los recursos públicos, sin perjudicar la calidad de los servicios ofrecidos a la población.
Entre las medidas consideradas para optimizar el gasto en sueldos están la revisión de la planta laboral, la evaluación del desempeño, la eliminación de plazas duplicadas o innecesarias y la implementación de sistemas más rigurosos para la contratación y el control de horas extras. La modernización administrativa y la digitalización de procesos también forman parte de la estrategia para reducir costos y hacer más eficiente la gestión pública.
Este incremento considerable en el gasto salarial del sector público ha provocado un debate público acerca de la sostenibilidad fiscal y la necesidad de equilibrar el compromiso con los trabajadores del Estado con la responsabilidad financiera del gobierno. Por un lado, se acepta que robustecer la función pública es crucial para asegurar servicios apropiados a los ciudadanos; por otro lado, se señala que un gasto desmesurado y sin control puede comprometer la estabilidad económica y restringir la inversión en otras áreas de prioridad.
El comportamiento identificado en años recientes también muestra un fenómeno habitual en diversos países de la región, donde el gasto gubernamental en sueldos representa una carga significativa en el presupuesto, particularmente en situaciones de presión social y crecientes demandas. Ecuador, en este contexto, no es diferente y necesita encontrar un equilibrio que permita que el Estado continúe funcionando sin poner en riesgo la estabilidad financiera.